Cuando se decretó el Estado de Alarma, dio comienzo un período absolutamente desconocido para la sociedad española que supuso un reto para nuestra forma de vida. En un país como el nuestro, donde los ciudadanos vivimos más en la calle que en nuestra propia casa, el confinamiento nos sometió al examen más severo al que enfrentarnos. Todo por la salud, por nuestros sanitarios y FCSE. Por nuestros mayores. Por derrotar al virus.
A pesar de la crueldad de la enfermedad, entre todos asumimos el papel de responsabilidad en una obra que debíamos representar a la perfección. Nuestro contacto social se limitó entonces a salir al balcón a las 20.00 de la tarde y a las videollamadas. Tras varias semanas de esfuerzo, alcanzamos ese famoso “pico” y comenzamos a descender por esa denominada “curva” de la que tanto nos hablaban. Poco a poco, a pesar de la irreparable pérdida que supone la muerte de, no uno, sino miles de seres queridos, lo estábamos consiguiendo. El final ¿feliz? parecía cerca. Entonces entraron en escena unos actores secundarios que ansían en cualquier obra el protagonismo: los políticos. Y todo se jodió (con perdón).
Todo comenzó con las comparecencias del presidente los sábados a la hora de comer. Hasta ese momento, los protagonistas de esta macabra obra, por desgracia, habían sido los enfermos y los que luchaban en primera línea de defensa. Pero ya conocemos a Pedro Sánchez y, sobre todo, a Iván Redondo. Los focos no apuntaban al que más brillaba y eso no se podía tolerar. En un brain-storming en Moncloa, me imagino a Pedro Sánchez quejándose a su Jefe de Gabinete de que echaba de menos las cámaras. “Presidente, ¿si le sacamos a dar una rueda de prensa los fines de semana a la hora de comer?” “Pero Iván, ¿y de qué hablo? Si ya existe un mando único que diariamente informa a la población. Además, tengo la sensación de que la prensa no va a ser muy benévola.” “Tranquilo presidente. Déjemelo a mí.”Aló presidente apareció en escena.
Sin embargo, querido lector, el Gobierno no es exclusivamente socialista y, si el presidente se gusta ante las cámaras, ¿qué decir del vicepresidente segundo? Como diría un reportero deportivo, Pablo Iglesias tiene un alma de tertuliano desde shiquitito. El poder dentro del Consejo de Ministros de Unidas Podemos es limitado, más aún ahora, sin ministros en el puesto de mando de la pandemia. Pero Pablo Iglesias es inteligente, mucho. No comparto nada su ideología, pero le respeto. Sabedor de su escaso poder de decisión, Pablo Iglesias ha utilizado su influencia mediática (tiene un auténtico ejército de diarios digitales, periodistas y seguidores en los medios y redes sociales) para salir en la foto, colgarse medallas e, incluso, atacar a la oposición (de ahí la campaña contra Ayuso y Madrid, las acusaciones de golpismo a Vox y al PP, etc.). Todo ello, por supuesto, con el beneplácito de Sánchez y Redondo. ¿Por qué? Polariza y vencerás. Vaya, otro actor secundario venido a estrella…
Por supuesto, en toda obra, el Héroe protagonista necesita su némesis, su Villano. En este caso tres: Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas. Por cordialidad parlamentaria comenzaré con Pablo Casado.
Pablo Casado está interpretando un complejo papel en esta crisis. Líder de la oposición, su partido es la única alternativa real a la socialdemocracia en España, pero como ya hicieron en el pasado otros líderes de su partido, comete errores propios del buenismo pepero que, cuando pretende remediarlos, es tarde. Es el líder nacional con menos horas delante de las cámaras. Probablemente se deba a una estrategia de su partido de otorgar la iniciativa a los líderes municipales y autonómicos que han gestionado, con más aciertos que errores, en mi opinión, esta crisis (por ejemplo, José Luis Martínez Almeida o Juanma Moreno). Sin embargo, cuando le ha llegado a él el momento de la verdad, en el Congreso, no ha tenido suerte. Cualquiera que vea sus intervenciones y réplicas, verá que son bastante contundentes y cargadas de argumentos, pero no han tenido el calado o la repercusión que se esperaba. De nuevo, el PP no ha sido capaz de aprovechar los errores del Gobierno (entre otros, la gestión de cifras y la desescalada, el pacto con Bildu, los ceses en la Guardia Civil, los impuestos…). Creo que el lector estará de acuerdo en que existe, en el seno del PP, falta de contundencia en el mensaje, hay diputados que van por libre y restan protagonismo a Casado y, además, desde el sector podemista del Gobierno y la oposición de Vox, están buscando la confrontación ahogando el espacio del PP. En Moncloa, por supuesto, lo celebran cada día.
Santiago Abascal, líder de Vox, antítesis de Pablo Iglesias. Su acto el 8 de marzo casi le deja fuera de participar en esta obra (recordemos que, al igual que varias ministras que acudieron a las marchas del 8M, dirigentes de Vox se infectaron también en el acto celebrado por su partido). Es lo que tienen las posiciones más extremas, que se vuelven en tu contra tarde o temprano. Pasaban los días y las luces de Vox se apagaban, el partido estaba noqueado. Pero Vox tiene un activo muy valioso en sus filas: Macarena Olona. Esta abogada del estado, con sus brillantes intervenciones en el Congreso, ha devuelto a la tercera fuerza política del país a escena. Ella y las protestas de parte de una población hastiada y cansada, las cuales Vox ha tratado de canalizar. Jugada arriesgada que les puede funcionar. A ellos y, por supuesto, a Sánchez. Si la famosa foto de Colón aupó a Vox como tercera fuerza y a Sánchez a la Moncloa, las caceroladas y caravanas pueden repetir resultados.
Por último, me queda por analizar el papel de Inés Arrimadas y Ciudadanos. En este caso, hay que partir de la estrategia de la nueva directiva de romper con el Riverismo. Esto puede llevar a muchos a no entender cómo Ciudadanos está apoyando sucesivamente al Gobierno en sus prórrogas y acusarles de veletismo. “Inés, te van a engañar y a utilizar” se lee y escucha constantemente en los medios. Incluso los mentideros hablan de una ruptura con el PP y mociones de censura por doquier. Arrimadas (o Edmundo Bal, durante su baja) no es tonta y lo tiene todo calculado. Sabe que el espacio de Ciudadanos por el centro derecha está ocupado por el PP y Vox. De ahí este nuevo giro ideológico hacia posiciones más centradas y progresistas. Busca el voto descontento del socialista alarmado por la deriva de su partido. Política útil lo llaman ellos. Que funcione esta estrategia no lo sabremos hasta una convocatoria electoral. Reinventarse o morir, no le queda otra.
En definitiva, estamos asistiendo como espectadores a una obra dramática cuya moraleja nos debía enseñar que, si bien de una experiencia traumática no se puede salir más fuerte (Pedro Sánchez dixit) se podía salir más unidos. Sin embargo, como si de una película de Scorsese con Leonardo DiCaprio se tratase, no va a producirse un final feliz. El final está abierto y cada lector puede imaginarse el suyo.
