La cuenta atrás. O no.

Quedan 10 días. Ese es el tiempo del que disponen Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para lograr un acuerdo de investidura/programático/coalición antes de que España, una vez más, se vea abocada a unas elecciones anticipadas el próximo 10 de noviembre. Pero, ¿y si realmente nuestro querido y legítimo gobierno en funciones lo que quiere es que volvamos a votar? Desde luego, las últimas reuniones mantenidas por los equipos negociadores de PSOE y Unidas Podemos apuntan más a esta posibilidad. Me explico:

Tras su abstención en la sesión de investidura del pasado mes de julio, en la que recordemos que rechazaron el gobierno de coalición con tres ministerios y una vicepresidencia social para Irene Montero, y con una cierta sensación de haber dejado escapar una oportunidad de oro de pisar el Consejo de Ministros, en Unidas Podemos parecen estar dispuestos a aceptar (ahora sí) dicha oferta. Temen profundamente unas nuevas elecciones que les podrían perjudicar. Lástima que ésta, en palabras de los socialistas, haya caducado. Ahora se pactan las políticas, no el gobierno.

La realidad es que la investidura fallida permitió a Pedro Sánchez y a su todopoderoso gurú Iván Redondo crear el relato perfecto: Yo PSOE, lista más votada, tengo que gobernar, pero tanto la izquierda como la derecha me bloquean y lo impiden. Queridos votantes, votad de nuevo y enmendar el error que cometisteis votándonos únicamente a nosotros. Dadnos la mayoría absoluta que necesitamos. A alguno este argumento quizás le resulte familiar (si es que Rajoy fue un adelantado a su tiempo…).

Entonces, si termina el plazo para constituir gobierno, ¿qué podría pasar el 10 de noviembre? La respuesta no es fácil (salvo para Tezanos y su CIS). Si analizamos los presumibles resultados ante una hipotética repetición electoral de los partidos políticos, observamos que el PSOE y el PP serían los grandes beneficiados (¡larga vida al bipartidismo!) mientras que la nueva (ya vieja) política, esto es, Ciudadanos, Unidas Podemos y VOX, sufrirían un retroceso. Queda claro que el PSOE recogería votos, por un lado, de Unidas Podemos, gracias a que su relato sobre el ansia de poder de los vecinos de Galapagar habría calado entre el votante más escorado a la izquierda y, por otro, del votante más centrado y progresista de Ciudadanos, que no entiende la estrategia seguida por Albert Rivera y su nuevo núcleo duro (nótense las continuas dimisiones en el seno de su partido). Con respecto al PP, si el desfile de imputados por los tribunales durante la campaña electoral no se lo impide, recogería votos del ala más liberal y conservadora de Ciudadanos (negando continuamente la posibilidad de una coalición en torno a España Suma) y el votante de derechas que se refugió en VOX, pero que sintió sus resultados como un soufflé. Como consecuencia de la subida de PSOE y PP, la pérdida de representación de Ciudadanos, Unidas Podemos y VOX parece obvia.

Según los medios de comunicación y muchos analistas políticos todo parece indicar que la próxima semana, cuando el rey Felipe VI inicie la ronda de consultas en busca de un candidato se encontrará con un “no” como respuesta de Pedro Sánchez, que alegará carecer de una mayoría suficiente en el Parlamento y no tendrá más remedio que pulsar el botón de convocatoria electoral. El plan habrá salido según lo previsto por el sanchismo. O no.

Entonces, ¿en qué quedamos? Cabe la posibilidad de que un Pablo Iglesias con el orgullo herido decida apoyar gratis in extremis con su “sí” a Pedro Sánchez. Esto supondría un auténtico golpe de efecto ya que el candidato socialista contaría con una mayoría suficiente en segunda votación (basta con más síes que noes) y pondría en apuros al Rey, que sí tendría un candidato con garantías, y al propio Pedro Sánchez. A ello habría que añadir que Unidas Podemos pasaría a una ya feroz oposición junto con el PP y Ciudadanos. Pablo Iglesias podría condicionar toda una legislatura sin sufrir el desgaste del gobierno, desde tumbar unos presupuestos hasta apoyar una moción de censura (irónico, ¿verdad?).

Si ante esta estrategia Pedro Sánchez siguiera negándose a presentar su candidatura, ¿podría seguir defendiendo ante la opinión pública su relato? No lo tengo del todo claro. Podría provocar una desmovilización histórica de la izquierda y otorgarle a la derecha, envuelta en imposibles coaliciones y luchas por ser oposición en vez de alternativa de gobierno, una oportunidad que no esperan hasta, por lo menos, dentro de cuatro años. Difícil pero no imposible.

Como ustedes comprenderán, el partido que juegan los asesores de los partidos políticos ya ha comenzado y el señor Redondo, cree saber cómo terminará. Si sus cálculos son correctos (y no suele equivocarse), la repetición electoral le asegurará el cargo, como mínimo, otros cuatro años. Eso, si Pablo Iglesias no le mete un gol de penalti (in)justo en el último minuto. Nos quedan 10 días de (im)postureo, con reuniones y declaraciones diciendo una cosa y la contraria. No se si habrá o no finalmente elecciones, pero el espectáculo está garantizado. Si es que al final la culpa es del votante, no del político.


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